En Nueva York, cada esquina era una explosión de vida. Caminando por Times Square, las luces brillantes y el bullicio de la gente me envolvieron. Las fachadas de los edificios altos parecían contar historias de sueños y aspiraciones. Me perdí en Central Park, un oasis entre el concreto, donde los colores de otoño pintaban cada árbol. Capturé momentos de risas en el parque, familias paseando y artistas callejeros mostrando su talento.
Washington DC me recibió con sus monumentos majestuosos. Al visitar el Monumento a Lincoln, sentí el peso de la historia. Las palabras del famoso discurso resonaban en mi mente mientras observaba a los visitantes reflexionar sobre sus significados. La Casa Blanca, imponente y llena de simbolismo, me llevó a imaginar los eventos que allí se habían celebrado.
Caminando por el National Mall, cada paso era acompañado por el eco de la historia americana. La vista del Capitolio me dejó sin aliento, y me encontré buscando el ángulo perfecto para capturar su grandeza. Pero más allá de los monumentos, fueron las pequeñas interacciones que me impresionaron: las sonrisas de las personas, las conversaciones espontáneas en la calle, y la esencia multicultural que define ambas ciudades.
En este recorrido, tanto en Nueva York como en Washington DC, he encontrado no solo lugares para fotografiar, sino una rica paleta de experiencias que me han inspirado profundamente. Cada imagen atrapada en mis cámaras se convierte en un relato visual, un cómplice de mis aventuras y de las historias que deseo compartir. Este viaje fue una celebración de la diversidad y la belleza que se encuentran en cada rincón de nuestro mundo.